Amor y poder

Amor y poder

Elizabeth Juárez Cordero

Ser en lo privado no puede ser ajeno de quien se es en lo público, aunque es innegable la manera en la que el conjunto social determina al individuo, nuestro actuar en lo privado no es en automático resultado de lo segundo, en todo caso, se complementan y contradicen, pero ambos, expresan la manera en la que nos relacionamos; con nosotros mismos, el otro o la otra en pareja y desde luego con los otros, como parte de la comunidad.

Difícilmente se pueden sostener relaciones interpersonales igualitarias, libres, reciprocas y sanas y ser indiferente ante lo injusto y los abusos del poder, promotor del autoritarismo en lo público y democrático en lo íntimo, generador de acuerdos sobre lo colectivo e impositivo y violento en las relaciones de pareja.

Eso lo tienen muy claro el feminismo(s), la expresión “lo personal es político” refleja está relación entre lo privado y lo público, porque nos devela que las violencias, los abusos, la discriminación y los estereotipos de los que somos objeto las mujeres, son resultado de una estructura social, un sistema cultural y político que somete y determina a las mujeres, más allá de su circunstancia individual.

Ahí donde se tolera y normaliza la violación de los derechos, la trasgresión de la ley, la corrupción política o la violencia colectiva, muy difícilmente se encuentra justificación para establecer límites personales en las relaciones laborales, de amistad o de noviazgo; quien no da por valida la existencia del otro, por pensar diferente, porque solo hay cabida para su visión del mundo, no solo no da valor a la diversidad social sino que traslada y atraviesa su verticalidad a todas las relaciones humanas, que concibe como relaciones de poder y en las que claro, es siempre quien domina.

La mentira y la simulación son una herramienta seductora para sus seguidores tanto como para sus detractores, en las contradicciones y las emociones que nos humanizan a unos, unas y otros encuentra la rendija para someter con o sin coerción a nuevos adeptos, que son también replicadores en otras escalas; el niño que violentado en el hogar es el perpetrador en la escuela, la mujer abusada por la pareja es también quien maltrata o violenta a sus hijos o adultos mayores a su cuidado, el subordinado que una vez ascendido reproduce el autoritarismo de su jefe.

Sin embargo, las emociones que subsisten en nuestras relaciones íntimas y colectivas son de manera inevitable el catalizador de la conducta humana, el amor y el poder son estimulo natural para alcanzar estadíos de plenitud y satisfacción individual y compartida, son la pasión y la causa que nos hacen sentir la emoción de la vida, porque dan trascendencia y sentido, a una vida más allá de la propia.

El vibrar de la conciencia, como de los latidos del cuerpo, son el subidón de dopamina que hace erizar la piel en la multitud de una marcha, en el discurso político, en el susurro de su voz o en el roce de nuestras manos entrelazadas. Pero igual que solo el buen amor, el amor sano y compañero que se construye en pareja desde posiciones equitativas y consensuadas, fructifica, el poder que nace y se mantiene democrático, bajo los límites y equilibrios institucionales, aun cuando se sabe capaz de someter o quebrantar; es bueno para sus gobernados.

Entonces, no basta reducir el amor y el poder a la emoción que despierta, también se requiere razón, conciencia, esa misma que exclusiva de nuestra especie, nos impide reproducirnos como conejos, hacer guerras cada tercer día o instaurar cámaras de gas para quienes no piensan como el poder en turno. No es suficiente amar, como tampoco es suficiente ejercer el poder, importa el cómo.

Recientemente se publicó en el Diario Oficial la reforma constitucional, 3 de 3 contra la violencia de género, ninguna persona deudora de pensión alimenticia, agresor sexual o violentador podrá ser postulado a un cargo de representación política o ejercer un puesto en la administración pública federal, estatal o municipal. Con ello, no solo se avanza en una problemática de la que son víctimas todos los días mujeres y niñas en nuestro país, sino que también, coloca un filtro ético para quienes aspiren participar de lo público, pues quienes en sus acciones privadas violentan o transgredan derechos, no habrá posibilidad siquiera de poner a prueba su actuar público.

El amor y el poder nos definen en lo privado y en lo público, se encuentran porque nos emocionan, nos embriagan en sus posibilidades, en su capacidad potenciadora, porque nos impulsan, transforman y confrontan con nosotros mismos y con el otro, porque nos recuerdan que la vida solo lo es cuando se vibra en la causa, en el compartir y construir juntos.

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