“Kiss of the spider woman”

“Kiss of the spider woman”

Por: Copérnico Vega

El Festival Internacional de Cine de Morelia (FICM) ha mantenido una constante: mostrar películas que cumplen con la calidad digna de ser partícipes y “Kiss of the spider woman” (El beso de la mujer araña) no es la excepción. Dirigida por Bill Condon y protagonizada por Diego Luna, Tonatiuh Elizarraraz y Jennifer López, la película ofrece una nueva lectura del clásico de Manuel Puig, explorando con fuerza y sensibilidad los límites entre la realidad y la fantasía, el deseo y la represión, la libertad y el encierro.

Ambientada en los años ochenta, durante una dictadura militar en Sudamérica, la historia se desarrolla dentro de una celda donde dos hombres muy distintos comparten el encierro. Valentín Arregui (Diego Luna) es un preso político, comprometido con la causa revolucionaria, mientras que Luis Molina (Tonatiuh Elizarraraz) es un hombre homosexual encarcelado por “conducta inmoral” que encuentra refugio en el mundo de las películas. Entre ellos surge un vínculo inesperado, una relación construida entre la imaginación y la ternura, donde las historias que Molina narra —protagonizadas por la diva Ingrid Luna, interpretada por Jennifer López— se convierten en un espacio de resistencia ante la brutalidad del encierro.

La interpretación de Diego Luna es contenida, profunda, de una humanidad que traspasa la pantalla. Su Valentín encarna la lucha interior de quien intenta mantener la convicción política mientras descubre otras formas de amor y vulnerabilidad. Tonatiuh Elizarraraz, por su parte, ofrece una actuación luminosa y desgarradora, capaz de sostener los matices de un personaje que vive entre la inocencia y el deseo, entre la esperanza y el miedo. Jennifer López, por su parte nuestra una excelente manejo en los fragmentos musicales, donde su figura de estrella funciona como símbolo de la evasión, de ese cine soñado que permite a los personajes sobrevivir.

Bill Condon logra un equilibrio preciso entre el drama carcelario y el musical cinematográfico. Las secuencias coreografiadas, llenas de color y estilización, no interrumpen el relato sino que lo expanden; la fantasía de Molina se convierte en la otra cara del horror político, en un espacio donde lo estético también es político. La dirección de arte y la fotografía refuerzan esa dualidad; los tonos fríos y sombríos de la prisión contrastan con la calidez saturada del mundo imaginario, logrando un efecto visual que subraya el poder del deseo frente al control.

El beso de la mujer araña no es sólo una adaptación más; es una declaración sobre el poder de la imaginación y la empatía en tiempos de oscuridad. Su apuesta estética puede resultar arriesgada para quienes prefieren versiones más sobrias, pero justamente en esa mezcla de géneros —entre el melodrama, el musical y la reflexión política— reside su originalidad. La película invita a pensar en la libertad como un acto íntimo, en el amor como un gesto de resistencia y en el arte como refugio posible ante la violencia del mundo.

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